22 postales imperfectas y preciosas para celebrar no quedarte con las ganas
De los 60.000 pensamientos diarios, ¿cuántos te atreves a convertir en realidad?
Se dice que tenemos unos sesenta mil pensamientos diarios, ¿cuántas ideas llegan a materializarse de todo ese rún rún de nuestro cerebro? Pocas. Muy pocas. Y no es solo por miedo o falta de acción, es que la mayoría de esos pensamientos son inconscientes e inútiles. ¡Y menos mal! No tendríamos vida para desarrollar tanta cosa que se cruza por nuestra cabecita.
Si las ideas tuvieran forma tangible y palpable me las imagino como flores. Flores silvestres en un gran prado. Cada una de un color, con sus características particulares; más y menos bonitas, más y menos útiles para el conjunto. Todas juntas, esperando a ser vistas.
Entonces, si hay tantas flores, tan variopintas y tan presuntamente absurdas, ¿para qué rescatar una o dos para el jarrón de tu salón?
Para comprobar qué pasa con ellas, cómo quedan realmente, qué olor impregnan a la estancia, cómo nos hacen sentir al mirarlas de reojo… Incluso, si queremos repetir. La realidad es que podemos imaginar miles de flores en nuestro jarrón pero hasta que no las cogemos y colocamos todo es imaginación.
Las ideas, como las flores, necesitan su espacio; ser abonadas; miradas, regadas; recogidas y cultivadas.
Las ideas merecen pasar de pensamiento a experimento. De ahí a vivencia. Y pasado un tiempo, recuerdo y aprendizaje.
Por eso, haber materializado mi idea de enviar postales navideñas es todo un logro. ¡Y un éxito!


Hace años que esta idea llega en la época navideña. Meses desde que, siguiendo con la metáfora de las flores, esta brillaba más que ninguna otra en el prado silvestre…
Sin embargo, el perfeccionismo, la falta de tiempo, el cansancio y creer que necesitaba mucho más de lo que luego ha resultado, me impedían materializarla.
Hasta que una noche hace un par de semanas abrí la cámara delantera del iPhone y dije en Instagram:
«Quiero enviar postales de navidad, las primeras diez personas que den al botón las tendrán».
Y así, sin saber muy bien a quién, cómo serían o a dónde irían, la idea pegó un salto de entre los sesenta mil pensamientos diarios y empezó a materializarse.
Unos días después compré papeles y veinte sobres preciosos. Había dicho diez personas porque pensé que era un número alcanzable (ya sabes, una se envalentona con algunas ideas pero los miedos también vienen para casa, no desaparecen automáticamente).
Luego la realidad superó las expectativas y resultó que había más enamoradas de las postales de las esperadas.
A veces nuestras ideas serán bien recibidas y otras no tanto. En ningún caso esto significará que la idea en cuestión sea mejor o peor. El éxito está en la definición previa que cada una se haga de la misma. Para mí, el éxito era no dejar la idea-flor chuchurrirse. En el pasado había enviado postales preciosas y sabía que este año no serían iguales, mis recursos eran mucho más limitados. Sin embargo, llevarían mucho amor y el foco estaba puesto en la acción y el disfrute.








Otro día, con mi hermana, pasamos el rato con la guillotina de papel, el bloque de caucho para hacer sellos, las tintas y los rotuladores. Como cuando éramos pequeñas y nos pasábamos las tardes en el cuarto de juegos creando por el puro placer de inventar. Sin pensar en si nuestro flamante despacho de abogadas creado en Paint sería un éxito o no; sin sentir vergüenza con la coreografía de la semana y, sin, por supuesto, pensar que ninguna de aquellas ideas no eran buenísimas. Pasase lo que pasase después.
Y así los «¿Y si…?» aparecieron y las reflexiones, con ellos.
¿Y si el mejor regalo fuera aprender a estar realmente presentes?
Este año elijo rendirme a la presencia tanto como pueda.
¿Y si brindamos por lo que somos, no por lo que queremos ser?
Agradezco quién soy. Ojalá tú también.
¿Y si el amor no fuera lo que damos, sino lo que compartimos?
¿No es acaso el amor una fuerza que va más allá de cómo cada una lo manifiesta? Igual el amor ni se da ni se recibe, lo compartimos.
¿Y si este año dejamos de buscar la receta perfecta y pedimos pizza?
Estoy cansada de fórmulas mágicas, anuncios que prometen cambios instantáneos y la permanente sensación de que nada es suficiente… Quiero pizza.
¿Y si cambiamos la lista de propósitos por listas de música y bailamos más?
Ojalá te hagas tu lista de música este año y bailes mucho.
¿Y si este año intentamos no encajar y, simplemente, elegimos ser y estar?
Este año elijo darme la mano y no soltarme mientras dejo de pedir perdón por ser quién soy.









¡Feliz Navidad!
Me encanta!!!