¿Cómo va a ser suficiente solo trabajar y vivir sin inventar nada más?
El cansancio mental y físico que produce la sobreexigencia
TIEMPO EN PENSAMIENTO: varios días, semanas…
TIEMPO DE ESCRITURA: tres horas y media (incluyendo edición).
TIEMPO DE LECTURA: entre 4 y 5 minutos.
TIEMPO DE REFLEXIÓN: hasta que dejemos de sentirnos insuficientes.
Desde que tengo uso de razón soy Doña Ideas: Pero… ¿Y si…? Aunque… ¿Por qué no probamos a…? Pues yo creo que… Se me ha ocurrido… ‘La puntillitas’. Refunfuño y rumio. Para bien y para mal.
Soy intensa, cuestionadora, a veces egoísta, quiero sobresalir —sin que se note— y quiero llevar la razón. Me encanta llevar la razón, aunque no lo admitiré en público. Claro, odio equivocarme. Escribo y pienso. O pienso y escribo, nunca tengo claro el orden. Las ideas se agolpan, me aprietan, se retroalimentan, me iluminan tanto como provocan largas sombras y se olvidan.
Las ideas son el polvo y los deshechos en un tornado y yo lo que queda a su paso.
Sufro ansiedad de manera generalizada y, aún sabiéndolo, hago como que ‘no es nada’. Si yo puedo… Si es la peste del siglo XXI… Si es normal…. Como si lo normal minimizase el daño o fuera bueno. Reconocerme una persona con ansiedad en público no es complejo, lo difícil es convivir con ello y aceptarlo internamente.
Rendirme es la última opción, aunque siempre la contemplo la primera. Ya resignifiqué la palabra rendición. Me parece una palabra valiosa y, aún así, esconde un miedo común: soltar el control. Y, ¡antes muerta que sencilla! Permíteme el chiste fácil. Rendirse es una manera de entregarse. ¿A qué? Quién sabe… Por eso rendirme es la ultimísima opción.
¿Cómo va a ser suficiente solo trabajar y vivir sin inventar nada más?
Desde que tengo uso de razón soy Doña Ideas así que nada, nunca, es suficiente.
Como si dedicar las semanas a trabajar más de la mitad del día y repartir el tiempo que queda para el mínimo de supervivencia no bastase.
Las redes sociales y el mundo hiperconectado que hemos construido no ayudan.
¿Conoces el síndrome del pensamiento acelerado (SPA)? No hace falta ningún diagnóstico, me temo que es ‘el mal de nuestra era’. Según Melissa Santamaría, psicóloga clínica que escribe en el blog Psicología y Mente: «se caracteriza por una actividad mental constante e incesante que puede resultar agotadora tanto física como emocionalmente. El SPA es cuando estos pensamientos no se detienen nunca. Incluso cuando intentas relajarte, tu mente sigue trabajando a mil por hora».
Tengo que comprar café. Me escribió noséquién y aún no he contestado. ¿Apagué la vitrocerámica? Las postales gustaron, ¿las envío de nuevo? ¿Y si nadie las quiere ahora? Llego tarde al trabajo. ¿Quién me mandó el reel con la receta del calabacín en la air fryer? Tengo que leerme el libro de los hábitos, a ver si por fin… Sí, llego tarde al café con mi amiga también. Ya mañana limpio la bandeja de entrada del correo. ¿Terminaré el capítulo esta noche? Ya van tres seguidas quedándome dormida. ¿Y si lanzo la mentoría por fin? ¿Dónde huimos este verano? Mira, esta bici me encanta, algún día… Debería ir al médico a mirarme este lunar. A la siguiente digo que no, de verdad que sí. ¿Y lo de aprender inglés, cuándo? He perdido la racha en Duolingo. Mañana entro menos en Instagram.
Con este runrún, en serio: nada, nunca, es suficiente.
Y estoy cansada de estar cansada.
Soy inconclusa. Quiero hacer más cosas de las que puedo. Me gusta observar, perder el tiempo, reflexionar en voz alta. A veces sufro ‘sincericidio’. Soy cambiante, aunque busco la estabilidad y ambas cosas no son compatibles. No me atrevo a ser pionera, aunque tampoco quiero ser repetitiva y no existe término medio. Las semillas creativas se pierden y el bucle cada vez es más profundo.
Ojalá ‘no hacer nada’ fuera suficiente. De verdad.
Con el tornado de ideas y pensamientos la capacidad de concentración disminuye. El sueño se ve alterado. ¿Tu humor? Perdido, como la paciencia. ¿Y los problemas de memoria y la toma de decisiones? A tomar viento también. La mochila de las preocupaciones parece un pozo sin fondo y no importa si los objetos que colocamos en su interior son realmente preocupantes o no, tú los sientes así.
Y tú paras. Bajas el ritmo en la medida de lo posible. Lo intentas. Sin embargo, el ruido no cesa. Este no calla porque hayas bajado las horas en el trabajo o te hayas quitado Instagram.
Necesitamos tiempo y bajar exigencias internas, aunque todo siga yendo rápido fuera. Repasar qué es y qué no es prescindible. Tomar acción.
Encontrarás la manera, aunque ahora ni la vislumbres.
Lo escribo, te lo digo a ti que me lees y me lo digo a mí. Sobre todo a mí, que escribo preguntándome cómo empezaré una semana más en la que necesito creer que trabajar y vivir es más que suficiente mientras Doña Ideas descansa (de verdad).