Escapada a Cazorla: crónica de una desconexión necesaria
Redescubriendo la belleza que damos por sentada
TIEMPO EN PENSAMIENTO: el camino de vuelta a casa desde Cazorla.
TIEMPO DE ESCRITURA: unas tres horas.
TIEMPO DE LECTURA: hoy un poco más porque me he salido de la norma de las 777 palabras. ¿7 u 8 minutos?
TIEMPO DE REFLEXIÓN: siempre que la expectativa y la realidad compitan…
Hoy toca algo diferente. Una mini crónica reflexiva de una escapada a la Sierra de Cazorla, Segura y las Villas.


Martes 29 de abril, son las nueve y media de la noche y suena el timbre: «Somos nosotros». Hermana y cuñado vienen a cenar a casa para ver qué hacemos en el puente de mayo. Ya tuvimos que cancelar alguna escapada anterior y, aunque el tiempo no parecía muy a favor, teníamos el firme propósito de salir de Madrid el jueves.
Tres días, por favor. Tres días.
Martes 29 de abril, un rato más tarde: «¿Entonces este sitio? ¿Está todo bien? Parece raro que sea tan mono y barato…». Acostumbrados a la posibilidad permanente de ser estafados temíamos que ‘el chollo’ fuera una trampa. En cuanto a alojamientos turísticos se refiere, ¿en qué momento hemos asumido que lo decente y de última hora va a ser caro carísimo?
Cazorla. 120€ la noche. 4 personas. Sin trampas.
Expectativas 0 / Realidad 1
Miércoles 30 de abril, son casi las nueve de la noche y estoy enfurruñada en el sofá mirando el mal tiempo que pronostican: «Fuuuuu, tengo la sensación de que siempre nos quedamos a medias, haciendo apaños y teniendo que sentirnos agradecidos porque al menos vamos a cambiar de aires…». Hago la maleta a regañadientes, imaginándonos en el apartamento viendo llover, con las rutas pendientes y pensando en los viajes que se acumulan a medias y las aventuras que se quedan pendientes.

Jueves 1 de mayo, ya pasan las cuatro de la tarde y el sol calienta la plaza de Santa María en Cazorla: «Chin chin, por estar aquí».
El conflicto entre lo que quiero y lo que puedo me juega malas pasadas en más ocasiones de las que me gustaría. Es el juego de las expectativas y, amiga, contra ellas nunca se gana. Nunca. Menos mal que luego también sé reconocer el momento…
Me declaro contenta y tranquila.




Cazorla está preciosa desde la terraza del apartamento con una taza de café entre las manos. Serán las seis o siete de la tarde, no sé, no me importa. Llevo reloj pero no necesito mirarlo. He borrado las aplicaciones de Instagram y Substack del móvil, estoy de vacaciones, he avisado a mis clientes de mi desconexión y no he sacado el móvil del bolso.
«Hermana, ¿me dejas la cámara?». Ya tengo todo lo que necesito.
Respiro.
Expectativas 0 / Realidad 1
Viernes 2 de mayo, amanece en la sierra y el cielo sigue despejado. «¿Cogemos el paraguas por si acaso?». ¿Dónde está el equilibrio entre ser precavida y vivir la vida con lo que venga? Acumulamos demasiados ‘por si acaso’ y nos falta seguridad. Hay decisiones que nos pueden salvar más adelante, pero esas mismas decisiones, tomadas desde el miedo, también nos hacen cargar más de la cuenta en muchas ocasiones… Imagino que sabes que ya he dejado de hablar del paraguas.
Las texturas, las nubes en movimiento, los olivos, las casas blancas, el paisaje andaluz y la duda sobre la belleza conocida: «Toda la vida llevamos viendo olivos y ya no nos sorprende un campo como este pero qué bonito es, ¿verdad? Seguro que a un extranjero le resultaría diferente y precioso», comenta mi hermana. Pienso en las carreteras de América largas, tan fotografiadas y posiblemente aburridas para quiénes las transitan de manera cotidiana —las de las películas de Hollywood— y sonrío porque lleva razón: tenemos que hacer un esfuerzo por reconocer lo propio, salir de la rutina, tomar consciencia…


La mayor parte de la ruta del viernes se sucede con normalidad, sin grandes WOW y me tengo que concentrar en el sonido de los pájaros que no se oyen en la ciudad; en el olor a pino; en el sonido de nuestras pisadas contra las hojas del suelo… Hemos malacostumbrado a nuestro cerebro al "más y más” y, por mucha teoría que sepa, conectar con la práctica me lleva algunos kilómetros, me exige mucha presencia y, por supuesto, una nueva despedida de las expectativas.
Expectativas 1/ Realidad 0
¿Qué pasaría si no tuviéramos acceso a guías de viajes, a las fotos de influencers de viaje aquí y allá o a los vídeos de los mochileros por el mundo en Youtube? Sin comparativa las expectativas se reducen, ¿no crees?
Continuamos…




Uno de mis momentos favoritos del día: subir una larga cuesta. La pendiente me recuerda la importancia de la constancia y la presencia que requiere el camino. Un paso detrás de otro, la vista al frente, el suelo y yo. No hay más. El esfuerzo me hace olvidarme del resto y no me paro hasta llegar a la cima.
Ya sé que no soy reactiva, más bien reflexiva y de acción lenta. Y también sé que siempre continúo, que soy resiliente y que ya no me peleo por llegar antes o después porque confío en mi camino.
Sábado 3 de mayo, caminamos siguiendo el río Borosa y debemos tomar una decisión: «¿Coronamos o nos volvemos ya». Las ganas y el sentido común compiten por el protagonismo. Es tarde, no tenemos comida, el sol aprieta y la suma de kilómetros si continuamos sería muy superior a lo calculado para hoy. Sí, el sentido común se proclama vencedor, aunque las ganas se quedan suspendidas queriendo entrar en la mochila de lo que no se termina. Y no importa la validez del motivo, el sentimiento es sutil e igualmente pesado…
Expectativas 1/ Realidad 0
Quince kilómetros después —sintiendo los pies calentitos— estamos en el Área recreativa El Tobazo, disfrutando del sonido de la naturaleza, un poco de pan con cecina y la sensación de estar en el sitio perfecto para una siesta perfecta.
Expectativas 0/ Realidad 1




Domingo 4 de mayo, el despertador vibra después de haberlo atrasado tres veces y las zapatillas de running me esperan en el pasillo. Quiero correr. ¿El objetivo? Salir, aunque sean pocos kilómetros, no conozca la zona y nadie venga conmigo. ¿El logro? Haber salido. ¿Expectativa cumplida, verdad? Pues la vocecita de la conciencia aparece igual para dar por C****: «Ibas ahogá y solo han sido 2,5K, niña…».
Las expectativas y la realidad no son enemigas, conviven en nuestros días, nuestros planes y en nosotras.
La cuestión es dónde pones el foco. ¿Expectativa o realidad? ¿Luz o sombra? El contexto, la compañía, el tiempo, los días que te han traído hasta aquí, el claroscuro… todo cuenta. Presencia, compasión y a seguir.
La verdad es que nada es tan importante.
Olvidaré la mayoría de fotos hechas; no así el click que sentí para capturar ese momento. Ya he olvidado el nombre del señor que construyó la iglesia edificada sobre el río Cerezuelo, aunque no olvidaré que Cazorla esconde un pasadizo debajo de la Plaza de Santa María. Y, por supuesto, olvidaré las expectativas y me quedaré con los momentos de silencio y risas compartidas.
Al final —y al principio, aunque se nos olvide a veces— ¿viajar no es dejarte sorprender?


Posdata: no nos ha llovido nada, solo un poco a la vuelta en el coche. Estoy muy agradecida al tiempo en Cazorla.
Posdata 2: este post tiene más de mil doscientas palabras, espero que las fotos hayan hecho la lectura más amena. Gracias por llegar hasta aquí un domingo más.