Las primeras páginas de La seducción saben a feria del libro en Madrid. Las últimas, a verano, zumo de zanahoria y manzana. En los primeros capítulos el calor seco se intuía mientras en los últimos, ni el ventilador te libraba de sentirte asfixiada y pegajosa.
Nos enseñan a leer en voz alta para luego guardarnos el momento de lectura para la intimidad y el silencio. Para una misma, las frases tienen un sonido concreto, las ideas se agolpan entre líneas y la imaginación teje a los personajes y las situaciones según tu casuística. Al leer en voz alta la energía cambia. También la atención, que está puesta en cómo hacer que las frases suenen según la puntuación correcta. Nos perdemos más al escuchar que al leer. ¿Protagonista o personaje secundario? Creo que, como todo, es el momento, la persona, el lugar y, por supuesto, la pausa y concentración.
Las últimas páginas de este libro las leí dos veces. En la primera ocasión seguí el ritual individual, en la segunda compartí mi voz y lectura con Hermana y Mamá.
Empezamos en la cocina; Mamá pelaba fruta y Hermana hacía magia con la licuadora de hace más de dos décadas. Un momento compartido, con una misma y las otras. Yo leía en voz alta. Respiraba cuando la frase invitaba a la reflexión. Tomaba un sorbo del zumo cuando la garganta me picaba. Volvía a empezar una frase si el mensaje lo requería y las miraba una y otra vez buscando su «sí, qué bueno es esto…».
Reza en noséquépágina del libro:
«La tristeza genera pliegues en el lenguaje».
Creo que compartir momentos así, también. Pliegues en el lenguaje y la memoria.
La seducción, como ritual, no el libro —que también— es brutal. Implacable. Nadie sale indemne del viaje seductor. Ni persona seductora ni persona seducida.
Tampoco del libro sales siendo la misma persona.
«Ser objeto de mirada en este mundo es estar expuesta al riesgo de despertar deseo, asco o rechazo».
¿Dónde nace, dónde duerme, dónde pausa, dónde termina la seducción? ¿Cómo respira, cómo se muestra la seducción, cómo pregunta y cómo exige? Y, ¿cuánto se esconde la seducción, cuánto entrena, cuánto duda, cuánto quiere ser la protagonista?
La seducción es un libro espejo. Pasas una página y es imposible no verte. Pasas otra y ahí estás, eres tú la del reflejo. Y otra. Y otra… Incluso cuando no queda luz en la sala, ahí te intuyes.
Sara Torres, la autora, hace titilar hasta los recovecos más escondidos de la seducción: el cuerpo, el control, las esperas, la paciencia, el ansia, las dudas, el rechazo, la intimidad, la envidia, ¿ser o no ser suficiente?, el sexo, la fantasía, el deseo, ¿querer o que me quieran? Como si las palabras bastasen…
«Suena tierno lo que dices»; «tan parecido y tan diferente»; «y mi silencio, que no es para castigarla, sino un simple nudo en el esternón. ¿Cómo se lo explico».
Según la escritora, una de las protagonistas de La seducción, seducir viene:
«Del latín seducere, fomada por el prefijo separativo «se-» y el verbo ducere («guiar»). Ducere viene de una raíz indoeuropea, *deuk-, que significa guiar, dirigir y conducir».
Para la joven fotógrafa, protagonista también del libro, nada tiene que ver.
«Cómo aceptar una realidad tan justa y a la vez tan insoportable: la de no ser la única, la favorita de nadie».
En la página ciento trece está, para mí, la definición que nunca estará en ningún diccionario y que abre un espacio infinito y precioso para la seducción como palabra y como viaje sexo-afectivo-emocional.
No te hago spoiler. Ya me contarás si has leído — te lees el libro— y quieres compartirlo conmigo.
Llevábamos un rato con nuestros zumos en la terraza cuando llegamos al capítulo trece: UNA EXTRAÑA INTIMIDAD. Cada vez más cerca del final.
El reloj no paraba. El tiempo no para. Y los fragmentos de libro se mezclaban con el sol más anaranjado propio de la última hora de la tarde. La mirada de Mamá y Hermana entre párrafo y párrafo creaban un ‘algo más’. ¿Qué estarían pensando? ¿Qué será la seducción para ellas?
«Tal vez nunca llegue a entender qué es lo que mueve a la otra, pero estoy un poco más cerca de entender lo que me mueve a mí».
Me detengo antes de leer la última página y aprovecho para beber el último sorbo de zumo. No quiero que termine, tampoco esta riquísima combinación de zanahoria y manzana.
Qué placer tan sencillo y poco cotidiano. Y, qué lujo de momento. Lo atrapo, o más bien lo intento, porque en realidad sé que este momento, este libro y la seducción nunca me pertenecerán y que es algo de todas.
«Piensa que es capaz de leer la mente de las otras. Pero no, ella no puede controlar lo real, solamente su relato».
Nunca hubiera pensado que cabía tanta reflexión en la palabra ‘seducir’ hasta que me topé con la forma de sentir y plasmar algo tan complejo de una manera tan delicada de Sara, la autora.
Han pasado un club de lectura, varias charlas y meses desde aquella tarde y no me lo saco de la cabeza.
Son tantas las situaciones reflejadas en este libro espejo… Algunos destellos tienen nombre propio, otros son marca de género y otros, sencillamente, ya vivían en mí. También en Hermana y en Mamá. Y en Sara. Y en ti.
«Eso ha sido todo. Bastante fácil al fin. No estoy segura de qué era esa cosa tan terrible que yo estaba esperando. La espera de lo maravilloso o lo terrible me atrapa. Me siento ridícula pero tranquila. Dormiré bien esta noche».
Cada frase entrecomillada tipo ‘título’ que se intercala en este texto son extractos del libro La seducción de Sara Torres. Frases trampolín que me atravesaron. Espero que lo que leas te llegue y agite tu vida como me pasa a mí.
Aprovecho para preguntarte si te gustaría que compartiésemos un espacio más íntimo donde charlar sobre lo que leemos, observamos, sentimos… podría llamarse ‘El club para ser y estar’; o ‘Hablando entre nosotras’. Llevo tiempo dándole vueltas a empezar otra vez el club de lectura pero no quiero más imposiciones ni que sigamos frustradas porque “no nos da la vida” así que te pregunto: ¿te apetece compartir(te) de alguna manera en concreto? Y, si lo que quieres es dejarte de cosas compartidas y simplemente dormir también vale como respuesta. :) Me encantará leerte y me ayudará mucho a seguir pensando .
¡Brindo por un 2025 lleno de palabras en cualquier caso!