En marzo de 1946 Juan Ramón Jiménez escribió una carta a Carmen Laforet comentándole qué le parecía su novela. La carta (que puedes leer aquí) tiene un final que recojo como principio de esta ‘reseña menos reseña del mundo’ de Nada, premio Nadal en 1945:
«Vamos a ver si podemos interesar a algún editor norteamericano en su libro y que sea traducido y publicado aquí. Para eso necesito dos o tres ejemplares de “Nada”. Me parece que gustaría de veras, porque "Nada", como todo lo auténtico, es de aquí también, y de hoy, y será de mañana».
Ochenta años después, su ‘será de mañana’ es mi hoy.
Son muchas las figuras literarias que han escrito sobre Nada: Mario Vargas Llosa, Carmen Martín Gaite o Rosa Montero, entre otras. No seré yo experta de n a d a. Caería en obviedades. O peor, en palabras pomposas que intentan llamar la atención, espléndidas y relucientes en su presentación, compitiendo incluso con la propia obra que tratan de definir. No, no seré yo experta de n a d a.
Nada llegó a mis manos en el otoño de 2023. Estaba visitando a una amiga en Barcelona. No sabía que Andrea, la protagonista, Ena, Román, Juan, Gloria o la abuela y yo pisábamos el mismo suelo. En presente.
Es lo mejor de la literatura, ¿no? El tiempo y el lugar permanecen.
Ojeábamos libros en una librería de Barcelona, como insinuaba, ciudad protagonista de esta novela. Puedo pasar mucho rato leyendo una y otra vez algunos títulos que nunca me llevo a casa y, de repente, encontrar nuevos que me resisto a dejar ahí. Nada se quedó entre aquellos estantes mirándome. No pesaba lo suficiente. No recuerdo si compré otro libro o salí de allí con las manos vacías y las ganas contenidas. Lo que sí recuerdo es que al llegar a casa de mi amiga allí estaba la novela esperándome. Tenía un ejemplar que me prestó y me traje a Madrid con la promesa de devolvérselo en la visita que ella me haría unos meses más tarde.
Mi amiga vino a casa en el tiempo prometido, sin embargo el libro no se fue con ella. Para aquel entonces apenas llevaba unos capítulos. Se había convertido en mi libro de metro y, pese a que pueda parecer que con unos cascos y un asiento libre de tanto en tanto leer es fácil y los libros pasan por tus manos rápido, nada más lejos de la realidad. A veces las líneas te piden ser leídas una y otra vez. A veces portas el libro sin abrirlo porque tu escaso metro cuadrado no te invita a leer. Y, a veces, con suerte, sales del metro con el dedo metido entre las páginas como señal y necesidad de continuar, aunque te vayas tropezando con el resto de transeúntes que llevan prisa hasta quedar parados en la escalera mecánica.
Nada ha sido el libro que me ha salvado de algunos momentos de angustia vital, aunque no sea esta novela un rayo de luz precisamente. Y creo que esto es lo que más me ha gustado: Carmen no finge en su escritura y el ambiente, la trama y los personajes de este libro no pretenden ser lo que no es.
La posguerra fue la posguerra. Las palizas a las mujeres siguen siendo las palizas a las mujeres a manos de hombres asustados e insatisfechos que disfrazan su debilidad a base de fuerza bruta y hostias. La mugre, la desconfianza, la amistad (in)condicional, la atracción fatal, el rayo de luz, el hambre, la sonrisa fingida, la oportunidad frustrada y la opción que no esperabas… Esto es Nada. Y esto era Carmen Laforet.
No he sabido hasta después de acabar de leerlo —sí, un año y medio después —que hubo muchas críticas a su escritura por ser ‘demasiado’ autobiográfica.
«Está hecho, es claro, de pedazos entrañables, como todo lo que hace la juventud, y con tanta jenerosidad de ofrecimiento público, que me parece casi criminal poner en ello manos frías, manos muertas. En los libros juveniles hay siempre algo relijioso, esa fresca espontaneidad de un noviciado libre, y en su caso, de una novicia de la novela, hecho sumamente grave», escribió en la carta que referenciaba al principio Juan Ramón Jiménez.
Y qué consuelo siento: la verdad es imperfecta, no tiene fecha de caducidad y poco importa. Lo que sí importa es el viaje y dejar que pase lo que tenga que pasar. El tránsito de un punto a otro. No importa desde dónde salgas ni dónde llegues, lo que pasa entre emoción y emoción es lo que nos impacta.
Y de eso va este libro: del viaje de vivir. De todo y de n a d a. Por suerte, con la voz de Andrea, la joven protagonista, colándose por la cotidianeidad.
Un libro del siglo XX para siempre.