TIEMPO EN PENSAMIENTO: el ego como obstáculo en la comunicación o la falsa superioridad moral en los conflictos son temas recurrentes en mi vida (sobre todo después de un conflicto o discusión). Supongo que me dejan tan hundida que necesito comprender para intentar evitarlo en la siguiente…
TIEMPO DE ESCRITURA: no las he contado. Escribí hace semanas el grueso de este texto y luego he estado una hora más revisándolo y ajustándolo.
TIEMPO DE LECTURA: entre 5 y 6 minutos.
TIEMPO DE REFLEXIÓN: tanto como nuestro ego nos deje…
Hace unas semanas recibí un mensaje de una amiga en el que me decía que la relación había cambiado y ya no se sentía cómoda con nuestra amistad. Lo que un día fue una relación sólida se había transformado en un reflejo de lo que era. Y hasta el tiempo de prórroga habíamos gastado ya.
No reflexionaré sobre el duelo en una amistad hoy, tampoco de lo que nos ha pasado a mi amiga y a mí.
—¿Entonces? —aparece Quisquilla, la voz de la conciencia.
Hoy lo que quiero decir es que…
Soy mejor que tú
¿Qué hay de fondo en un conflicto?
Mi amiga y yo hemos expresado nuestros argumentos y tras varios mensajes comprendo que cada una estaba luchando por su verdad. No hace falta sacar las armas de manera explícita, llevar la razón es una cuestión de supervivencia. Incluso, puede ser una conversación pausada, ni rastro (aparente) de fuego, y estar librándose un conflicto épico.
Ante un dilema hay dos posturas y los invitados a la reunión son muchos más que los evidentes.
Mira, estás tú, está la otra persona, también tu ego. ¡Y el de la otra persona! Y, por supuesto, el canal. El medio de expresión como pueden ser WhatsApp, una llamada de teléfono, una mesa y dos cafés...
El otro día estuve en la presentación de un libro en el que la autora exploraba las formas literarias de la conversación y dijo algo como: «Conversar es construir un nuevo futuro». Más allá de lo poético y precioso me pareció una utopía.
¿Cómo podemos conversar vacíos de quiénes somos? Sin contexto, experiencias que te marcan, creencias impuestas y aprendidas… ¿Cómo podemos conversar sin la carga del dolor, la esperanza del deseo o la expectativa de cómo tú harías algo? ¿Qué futuro construimos entonces con la conversación?
Por eso el título de este texto: soy mejor que tú.
¿Cuántas veces has dicho y/o escuchado frases como: «YO no quiero llevar la razón pero…» «YO no me creo mejor que nadie pero…» «Ah, sí, hazlo así aunque YO…»?
Y el subtítulo: sin ánimo de ofender, pero YO...
Decimos te quiero y te acepto pero luego recriminamos lo que no nos gusta. ¿No lo habíamos aceptado ya? YO digo que no porque, en el fondo, tú crees que eres mejor, claro.
Entonces, intentamos cambiar. Aunque mejor que sea el otro el que lo haga, que atravesar tú esa incomodidad… quita, quita. Y ahí estás, creyendo que por utilizar palabras formales, no elevar el tono de voz y empezar las frases con un «YO me siento así y ante esta situación tu comportamiento me provoca…» eres mejor.
¿Quién es mejor? ¿Tanto importa?
¿Será una cuestión de validez emocional?
Recuerdo otra conversación muy concreta con alguien en la que, por mucho que decíamos comprendernos, la disputa no acababa.
¿Por qué seguíamos discutiendo?
Porque éramos incapaces de soltar la búsqueda de la razón. Porque cada quién sentía que era mejor que el otro. Esta persona quería que validase su esfuerzo y tesón incluyendo un hábito nuevo en su vida mientras yo buscaba que reconociese mi papel en dicho cambio. ¿Acaso eso me hacía mejor?
YO sé que no y desde la calma lo entiendo. Sin embargo, en el momento necesitaba mi reconocimiento porque también había puesto esfuerzo en aquella historia. Así de sencillo y complejo.
Después de quinientas cincuenta y cinco palabras espero que sepas que no creo que sea mejor que tú.
—Bueno, un poco sí —susurra Quisquilla orgullosa y caprichosa.
Shhhh.
¿Para qué llegar a la extenuación en una discusión en busca de la razón?
Cuando hay un conflicto y diferentes puntos de vista, ¿no sería más amable soltar la búsqueda de quién es mejor y validar la emoción de quien tienes enfrente?
No importa si tú lo harías de otra manera. No importa si esa persona está equivocada o no, lo que importa es lo que cada una necesita del momento. Nada más. Y nada menos.
Quizás por eso hay gente que se siente cómoda contando intimidades a personas que no son tan cercanas, porque la persona receptora no tiene experiencias pasadas en común, probablemente le falte contexto y no de nada por hecho.
Así reconoces lo que le ocurre al otro, sin intentar solucionarlo.
Y así no necesitas ser mejor que nadie.
Me lo digo y te lo digo, por si nos sirve para evitar momentos dolorosos: la próxima vez que te encuentres defendiendo «tu verdad» como si tu dignidad estuviera en juego, haz una pausa. Pregúntate si realmente necesitas ser mejor y tener razón o si puedes permitirte la revolución de soltar, escuchar y simplemente estar. Sin competencia ni comparación. Solo presencia.