TIEMPO EN PENSAMIENTO: este texto tiene una denuncia que tardé un click en sentir y una reflexión sobre el uso de nuestra imagen en el siglo XXI que lleva bastante en mí...
TIEMPO DE ESCRITURA: es de los textos que más rápido he escrito: diría que una hora de escritura y una más de edición.
TIEMPO DE LECTURA: entre 5 y 6 minutos.
TIEMPO DE REFLEXIÓN: hasta que dejemos de consumir misoginia…
Cuando empecé con la newsletter quise grabar un vídeo en la calle preguntándole a algunas personas si se permitían parar, salir de la rueda de hámster, escuchar su voz…
Me acompañaron mi hermana, mi hermano y un iPad.
¿El acompañamiento más importante de todos? El dispositivo electrónico: incluía un documento que firmarían las personas que accedieran a participar. Porque no es solo avisar y decir: «hey, ¿te parece bien que te grabe?»; es un intercambio en el que alguien cede su imagen y tiene derecho a saber en qué contexto será utilizada, asegurándose también con su firma que tú vas a cumplir el trato.
Paré a varias personas, la mayoría huían pensando que quería venderles algo. Otras no sabían qué contestar: «¿Para qué dices qué es, una newsletter de escritura reflexiva? Yo es que no leo mucho y no sé qué decirte…». Y, por supuesto, ¿quién era yo para grabarlos? «Ay, es que no me pillas muy arreglado, me da cosa…».
Nuestra imagen (y lo que transmitimos) nos importa. Por mucho que ofreciese un amparo legal, había otros muchos condicionantes no tan fáciles de superar…
Así que mi vídeo nunca salió. Sin embargo, aprendí que aunque sobre el papel las posibilidades son infinitas, la realidad luego cambia.
Estamos acostumbradas a las cámaras del móvil, salimos aquí y allá. Vivimos en un mundo sobreexpuesto, queramos o no. ¿En cuántas fotos y/o vídeos no habremos salido simplemente por ocupar un espacio en una calle turística? Tampoco nos cuestionamos si está bien o mal grabar una escena que nos llama la atención, un perro bonito, un barista preparando un café…
Si nos preguntaran si queremos salir aquí o allá, ¿qué responderíamos? Dependerá de quién te pregunte, para qué sea… Y, aún así, la reticencia será grande. No hay control.
Por tener la posibilidad (la calle y el mundo), las herramientas (un móvil) y el gancho (una idea para crear contenido para redes sociales) no podemos saltarnos lo básico: poner en contexto a la persona y preguntar si quiere participar.
Esta misma semana ha aparecido un vídeo en el que la imagen de una compañera de trabajo estaba siendo utilizada en redes sociales sin su consentimiento. Nunca supo que estaba siendo grabada. Se ha enterado de casualidad. Y, para más inri, el autor del vídeo tergiversa el contexto y crea un contenido falso bajo el lema ‘Aprende a no temer al rechazo, mejorar tu juego con las mujeres y sentirte un ganador’. Se hace llamar a sí mismo Mentor en Relaciones Interpersonales.
Y luego nos llaman feministas tóxicas con pelos en las axilas…
Saltarte las normas básicas no es cuestión de género. Y sí, todas y todos podemos ser idiotas. Sin embargo, una vez más, es un hombre el que utiliza su posición superior para perpetuar un comportamiento de mi*rda.
El vídeo ha sido eliminado. ¿Se acaba así el dilema?
En él se veía cómo mi compañera es abordada por este desconocido y la atrae hacia sí plantándole dos besos difíciles de esquivar. ¡Y que ella no ha pedido!
Él explicaba en el vídeo que es ella quién se acerca y que esto es clave porque «genera un pico emocional en el que, subconscientemente, su cerebro está diciendo que si voy hacia él y le doy dos besos es porque me gusta. Y con este simple cambio en el apretón de manos con una mujer vas a generar un pico emocional positivo que no te puedes llegar a imaginar el cambio que puede generar a lo largo de toda la interacción…».
Este vídeo tiene un ingrediente perfecto para la viralidad: la controversia.
En los comentarios estaban los defensores: «con la abundancia de hombres tímidos que hay este man nos aporta valor y nos enseña a ser HOMBRES no mamitas».
Los neutros, quienes ven trampa pero les parece divertido: «la chica a punto de caerse y comerse el bordillo…» o «Úsenlo dice 🤣. Ya está perdido en su mundo y cree que todo le funciona».
Y los detractores: «¿Desde cuándo tu contenido se ha vuelto una mierda? No hagas del acoso y obligación algo normal» o «Grabar a una chica sin su consentimiento y subirlo a redes, cuando te saluda por ser simpática y venderlo como si se hubiese enamorado de ti… (encima casi le arrancas el brazo)».
¿Qué sociedad estamos construyendo? ¿No te enfada? A mí mucho y por eso he escrito hoy esta newsletter. Porque quiero que vayamos todas (y todos) a denunciar el perfil de Instagram Pablo.doubleg.
El imbecilismo no se podrá erradicar pero ojalá le cierren el canal a personas como esta, que promueven un comportamiento misógino e invaden la privacidad como si fuera algo normal.
Posdata: te dejo una imagen de dónde denunciar la cuenta. El vídeo, como decía, lo eliminó con la coletilla del «No stress», respuesta que merece otra newsletter al completo porque denota su poca capacidad de comprensión de la gravedad del asunto…
Yo he denunciado la cuenta completa. Cuéntame, cerrémosle el chiringuito.
Posdata 2: Compañera, fuiste tú pero podemos ser todas. Gracias por permitirme compartir tu historia.
Hecho ✔️ gracias por tus palabras 🙏🏼