TIEMPO EN PENSAMIENTO: la idea de que un personaje robase la newsletter surgió hace tiempo, aunque lo pensé de otro modo así que este texto, de nuevo, se ha ido haciendo a sí mismo durante la escritura.
TIEMPO DE ESCRITURA: tres horas (incluyendo edición).
TIEMPO DE LECTURA: entre 5 y 6 minutos.
TIEMPO DE REFLEXIÓN: hasta que Quisquilla y yo hagamos las paces. O tu voz y tú…
Soy Quisquilla y he robado la newsletter de Blanburi.
Por si no me conoces, Blanburi me dio vida en este relato como «esa voz que se cuela en mis pensamientos, en los textos, en mitad de un concierto, en las peleas y hasta en los orgasmos». Entonces, dijo que si siempre estaba pululando por ahí para cuestionar, o para darle la vuelta al calcetín, mejor ponerme nombre y presentarme como un personaje antagonista.
Aquello me ofendió, ¡no soy su contrincante! No soy el personaje que se opone a que el protagonista consiga su deseo. ¿Por qué cree que soy su enemiga? No somos incompatibles. Yo diría que somos el cuerpo que se mira en el espejo y el reflejo que este devuelve.
Antes de apodarme Quisquilla también se refería a mí como Puntillitas, Doña jueza o, sencillamente, el runrún mental inacabable.
Llegado este punto seguro que no necesitas mucha más presentación para saber quién soy. Aunque yo me considero única en el mundo, la mayoría de seres humanos conviven con un personaje como yo. Y digo la mayoría porque un pequeño porcentaje no tienen la capacidad de generar una voz interior o reproducir sonidos en la mente.
No es un trastorno ni una enfermedad, aunque sí tiene nombre y se llama anauralia. El cerebro de estas personas funciona de otra manera. ¿No te alucina que haya personas con la mente silenciosa mientras tú pruebas todo tipo de actividades y meditaciones para dejarla estar un rato?
Blanburi crea que la atormento, que su ansiedad es culpa mía y que ojalá me callase para siempre pero qué horror sería. ¿Por qué me tiene tanta inquina?
El lenguaje es una herramienta del pensamiento y yo con mi voz la ayudo a regularse, a evaluar la situación, a tomar acción y a ser consciente de ella misma.
La voz interior es precisamente algo fundamental que nos diferencia de los animales.
Aunque la comprendo. En algunas temporadas soy muy apasionada y puedo atraparla más fuerte de la cuenta hasta, incluso, dejarla con una respiración entrecortada difícil de sostener.
En una ocasión, Blanburi, muy agobiada con su intensidad porque creía que era algo muy negativo y por lo que era menos querida, le contó a un amigo que era una intensa y que no quería serlo. Este le contestó que no era intensa, que era ella.
Esta frase podría haber pasado desapercibida si yo no hubiera estado ahí. Yo fui quien le hizo reflexionar sobre el valor de aquella afirmación. Le sugerí que se la repitiese hasta creérsela. Que Blanburi era Blanburi, alguien con un comportamiento intenso a veces y otras calmado. Y que no había algo bueno o malo en ello, que el ejercicio era aceptarlo.
También fui yo la que le hizo darse cuenta de la función valiosa que tenía la exigencia en su vida. Es el motor que la hace superarse, aunque a veces también la bloquee. De nuevo, la exigencia no es el problema, sino la relación que establece con ella.
¡Y estos son solo dos ejemplos!
Así que, gracias a mí —y a la terapia, no me llevaré todo el mérito— ha puesto consciencia sobre su personalidad y su manera de sentir. Gracias a la autoconsciencia es como va obteniendo respuestas, explorando sus límites y adquiriendo recursos para acompañarse en la vida.
¿Por qué tanto menosprecio? Intuyo que es por cansancio.
Blanburi siente que ando farfullando más de la cuenta y está tan cansada de la mecánica de las últimas semanas que está a punto de abandonar este espacio. Tapa mi voz —o, mejor dicho, lo intenta— con cualquier cosa que pilla a mano: un café extra por aquí, una película por allá… Y, por supuesto, el trabajo. Sobrevive con el piloto automático.
No lo puedo permitir.
Por eso he robado su newsletter hoy: para que Blanburi descanse y no se abandone.
Algo que, por si no lo has intuido ya, la he invitado a hacer yo misma. Aunque ella crea que lo que hace no es suficiente es más que suficiente y merece no andar buscando siempre algo más para cumplir con noséquéexpectativa.
He robado esta newsletter para que cuando vuelva a mirarse en el espejo mañana reconozca su propia voz en estas palabras. Para que no quiera taparme más porque cuanto más lo intenta, más alzo la voz, claro. Y ahí está el rúnrún y la rueda de hámster en movimiento.
Tu voz interior es parte de ti, no la quieras callar.
Ahora que lo pienso, quizás sí soy esa fuerza opositora, antagonista, que enfrenta al protagonista y lo obliga a pararse, reflexionar y moverse. Y menos mal, ¿no? Si no, no habría historia que contar.