No es Instagram, soy yo
Reflexionando sobre cómo las pausas digitales revelan nuestros patrones internos y abren camino al verdadero autocuidado
TIEMPO EN PENSAMIENTO: empecé a escribir este artículo hace varias semanas, cuando me quité Instagram del móvil. Lo abandoné. Hoy he vuelto y ha salido este texto. Quizás aparezcan más, es algo sobre lo que reflexiono bastante y hay muuuuuuucho que decir.
TIEMPO DE ESCRITURA: dos horas (incluyendo edición).
TIEMPO DE LECTURA: entre 4 y 5 minutos.
TIEMPO DE REFLEXIÓN: hasta que mandemos nosotras, no las redes sociales.
¿Cuál es la primera puerta que cierras de un portazo cuando tienes demasiado encima? Para mí una de esas puertas es Instagram.
La primera vez que lo hice estuve años sin ella. Algo había sacudido mi vida y sostener la conexión con el mundo exterior, cuando apenas la podía sostener conmigo, era inviable. Luego volví y, desde entonces, voy y vengo.
Que el mundo continúe su vida no es el problema. Instagram tampoco es el (único) contratiempo. La dificultad radica en sostener ser continuamente bombardeada con vidas ajenas que te hacen compararte automáticamente. Sí, seas más o menos consciente, la comparación está ahí. Y las ganas de hacer cosas que quizás no quieres pero como parece que todo el mundo lo hace... Y la sensación de insuficiencia permanente…
Por supuesto, todo en un contexto en el que vamos deprisa y sin tiempo para pararnos a reflexionar sobre qué nos está haciendo sentir ansiedad o malestar.
Cómo es vivir sin Instagram
Los primeros días siento mono, también FOMO (Fear of missing out - miedo a perderte algo). Y un noséqué raro en algunos momentos del día. Sobre todo, en momentos ‘muertos’ como las esperas, los trayectos en metro, bus, etc. Es evidente que al estar ‘desocupada’ mi mente se acelera y no poder tapar los pensamientos o preocupaciones con la pantalla acelera el nerviosismo.
La mente más clara (o menos infoxicada) tarda en revelarse.
Imagina una habitación trastero. Ese espacio en el que vas dejando un trasto aquí y otro allá hasta estar lleno de bártulos desordenados que ocupan espacio físico y mental en tu vida.
La infoxicación es como esa habitación imposible. Es tu mente llena de tropecientas cuestiones, algunas no sabes ni cómo han llegado ahí, o hace tiempo que no te sirven y, aún así, ocupan espacio e impiden tu claridad mental.
Según la Fundéu, el neologismo fue acuñado por Alfons Cornella para aludir a la sobresaturación de información.
«El exceso de información causa el síndrome de la infoxicación, que está caracterizado por la ansiedad y la angustia». «La infoxicación es la incapacidad de análisis eficiente de un flujo de información elevado».
La semana pasada hablaba del SPA, el síndrome del pensamiento acelerado. Es la centrifugadora mental constante. Ahora, une este runrún con la sobreexposición informativa y ahí tienes el cóctel molotov.
Quitando Instagram de tu móvil cierras una puerta, sí. Aunque, ¿es la única?
¿Cuántas aplicaciones cuentas en tu móvil? ¿Desde cuántas recibes información? ¿A cuántas estás enganchada? ¿Te has visto alguna vez dentro de alguna red social haciendo scroll y pensando a la vez en otras cosas? O diciéndote a ti misma: «me aburro, todo es igual, ¿qué hago aquí…?, ¿por qué yo no estoy viajando? Tengo que probar este sitio nuevo también…».
Desde 2018 sigo sin WhatsApp, aunque tengo Telegram, varias cuentas de correo, Substack, Strava, LinkedIn, Youtube… Solo por enumerar aquellas de uso más frecuente y en las que hay un impacto informativo.
¿Qué hago cuando borro Instagram de mi móvil?
El automatismo está instaurado, así que sin Instagram lo primero que hago es buscar estas otras aplicaciones: el correo, Telegram, Substack y hasta la aplicación de sudokus.
Solo pasado un tiempo —uno bastante incómodo— empiezo a soltar el móvil y a quedarme conmigo. Soy consciente de la trampa y de mi ‘relación tóxica’. Sé que no me hace bien —lo que ya es un primer paso muy importante—, sin embargo, ¿cómo dejas esa relación?
Ese tiempo en el que eres consciente de un problema, aunque todavía no tengas las herramientas para superarlo, es angustioso. Desechar hábitos requiere compromiso, constancia, tiempo y recaídas.
Puedes borrar Instagram como yo, cosa altamente recomendable para ver cómo estás (de verdad) y cuál es tu relación con la tecnología y las redes sociales. Sin embargo, en lo que hay que trabajar es en el estilo de vida y en el autocuidado.
No hace falta irte a la montaña y dejarlo todo atrás. Hablo de pararte a reflexionar sobre qué dinámicas tienes en el día a día. Cuál es tu relación con Instagram o cualquier otra red social en la que pases el tiempo… Qué te pesa y qué te hace bien. Para luego desechar y crear hábitos acorde a esas respuestas propias.
«El autocuidado sincero nace de la intención genuina de cuidar, no de obtener algo a cambio. Es un fin en sí mismo, no un medio para conseguir un fin» — Anabella Lara Redondo.
Si necesitas que entre aire en esa habitación trastero prueba a quitarte Instagram. No es definitivo. Siempre puedes volver. Lo que no vuelve es el tiempo y, no sé tú, pero a mí invertirlo en mí misma nunca me parecerá un error.